lunes, 30 de agosto de 2010

HASTA SIEMPRE, PANCHO...

Mis abuelos, cada vez que lo nombraban, lo hacían con esa sonrisa que denota cierto sabor amargo. Esa expresión de felicidad pero con resabios tristones de tardes doradas que ya no volverán. De una época de gritos inolvidables e irrepetibles... O casi irrepetibles, al menos para ellos...

Pancho marcó un camino. Fue emblema de una posición que perdurará para toda la eternidad y pionero en una historia que muchos intentarán copiar en años venideros pero que, por haber sido el primero en llevarla a cabo, nadie podrá olvidarlo.

Francisco Antonio Varallo nació un 5 de febrero de 1910 en Los Hornos, La Plata.

Sus primeros pasos en el futbol los dio en el club 12 de Octubre y, a la edad de 18 años, los directivos del club rechazaron una oferta de Estudiantes debido a su simpatía por el club tripero.
Luego, se incorporó a la reserva de Gimnasia y, en su debut, conquistó todos los tantos en un 9-1 favorable para el Lobo. Lógicamente, pasó de un fin de semana a otro a Primera División.

Rápidamente, se hizo goleador para el equipo tripero consiguiendo (con gol convertido por él) el campeonato amateur de 1929 ante (vaya las vueltas de la vida) Boca Juniors.

Para el Mundial de 1930 disputado en Uruguay, fue uno de los que integró la lista de buena fe obteniendo el título de Subcampeón ante el combinado organizador con apenas 19 años de edad.

Cuando regresó de la Copa del Mundo, a Varallo le llegó una oferta económica que otro no hubiese dudado en rechazar de parte de Boca Juniors. Sin embargo, en una época donde el mundo se observaba con otra mentalidad, el goleador se negaba con firmeza ante los miles de pesos Xeneizes debido a que el club platense lo había salvado del servicio militar. Finalmente, luego de varias palabras de persuasión de familiares y allegados, Varallo aceptó y se calzó la azul y oro que lo catapultaría a la fama para siempre.

Al llegar a Boca, a Varallo no le fue bien las primeras fechas. Recién en el tercer partido metió su primer gol ante Ferro Carril Oeste pero, como él mismo dijo alguna vez, "Fue un gol medio fulero, sólo tuve que empujarla al lado del arco". Pero en su cuarto partido, a sólo dos minutos del final (algo que se volvería una marca registrada), Pancho reventó a su estilo la valla de Independiente poniendo un definitivo 3-2 para los Xeneizes.

Según el propio Varallo, el 9 y el 10 deben ser como un matrimonio. Y, según marcan los números y la historia, ese matrimonio vivió más de 100 alegrías.
Roberto Cherro y Delfín Benítez Cáceres, otros dos ídolos en la historia Xeneize, fueron sus grandes compinches dentro de un campo de juego y, en pleno Mundial de 1930, Cherro le dijo: "Si venís a Boca, hacés capote". Y no le erró.
Se entendieron como pocos. Inclusive, fueron los inventores de esa famosa anécdota donde Varallo se hacía el lesionado y, cuando Cherrito le ponía una pelota mano a mano como Dios manda, el goleador encaraba como si ninguna lesión lo perturbara y conquistaba otro grito para los auriazules.
Sin embargo, Pancho Varallo tiene otro récord que no muchos saben: fue el primero en amargarle la vida a los primos. En el primer partido del profesionalismo, River ganaba 1-0 y, a los 15 del segundo tiempo, el equipo de Núñez se retiró del campo de juego porque Panchito había conseguido el empate cometiendo falta en ataque, luego de un rebote que dio el arquero riverplatense tras atajarle un penal. ¿Qué tendrán algunos pícaros guapos platenses que visten la camiseta de Boca, no?

En Boca, Varallo disputó 222 partidos y conquistó un total de 194 gritos obteniendo, de esta manera, un promedio de gol de 0,87 por partido. Se coronó campeón en 1931, 1934 y 1935. En el campeonato obtenido en 1931 conquistó 27 tantos en 24 partidos y, en el de 1934, convirtió 34 goles en 34 partidos disputados.

En 1937, se dio el gusto de conseguir el Sudamericano con el Seleccionado Argentino y, en el año 1939, una lesión en los meniscos que no se trató con el debido cuidado lo dejó afuera de las canchas.

Casi veinte años más tarde, entre 1957 y 1959, se desempeó como Director Técnico de Gimnasia y Esgrima de La Plata.

Ya alejado del deporte, Pancho trabajó en el Ministerio de Trabajo, fue profesor de Educación Física en la década del '60, fue representante de los licores Inchauspe y Cía. y, junto a su esposa, manejaba una empresa de transporte escolar.

Junto a Adolfo Pedernera, fue distinguido figura ilustre de la Provincia de Buenos Aires.

En 1994, la FIFA le rindió homenaje por su participación en la final del Mundial de 1930.

Sin embargo, un último detalle lo tuvo al Cañoncito vigente hasta nuestros días...
Varallo fue, hasta hace unos meses, el máximo artillero de la historia del club. Su retador, Martín Palermo, lo superó una tarde de lunes ante Arsenal de Sarandí en La Bombonera.
Pancho, un tiempo antes, a modo de broma remató: "Si Palermo me alcanza, me pongo los botines de nuevo". Un fenómeno.

A los 100 años, en la madrugada del 30 de Agosto de 2010, Francisco Antonio Varallo volvió a ser noticia pero, ésta vez, no fue para hacernos llorar de alegría como las anteriores.

Dicen (aquéllos que lo vieron) que fue un jugador con gran presencia y con un físico privilegiado para un centro-forward. Un goleador espectacular que se destacó por su eficacia, su pique y su fuerte remate bien colocado más que por su técnica o habilidad a la hora de manejar el balón. Y, por sobre todas las cosas, un delantero infalible cuando la pelota le quedaba en posición de gol.

Alguna vez, alguien dijo: "Fue el gol personificado en un jugador de fútbol". Y con eso, no hay nada más que agregar.

Nada de despedidas dolorosas... Simplemente, un hasta siempre al tipo que fue el ídolo máximo de nuestros abuelos...

Gracias Pancho (como decía mi abuelo materno) o Gracias Cañoncito (como le decía mi abuelo paterno).